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Haiti : despues del terremoto

Domingo 12 de septiembre de 2010

Haití: después del terremoto
Escrito por Eduardo Almeida - PSTU
Martes 07 de Septiembre de 2010 22:55
Una señora vende papas. Una escena común, si ella no estuviese ocupando la entrada de lo que fue un gran banco haitiano. Hoy en día, es sólo una casa destruida.

Vuelvo a Haití siete meses después del terremoto. Estuve aquí en diciembre, un mes antes del fatídico 12 de enero que devastó Puerto Príncipe. En la parte baja de la ciudad, un escenario de guerra. Casi todas las tiendas se han convertido en montes de escombros. Una multitud de vendedores ambulantes sustituye a los comerciantes de antes, en las puertas de lo que fueron tiendas. Pequeñas tiendas de campaña al lado de paredes caídas.

Nadie mira más hacia los destrozos. Es como si fuese parte del paisaje.

Aquí murieron centenas de millares de personas. Todas las familias perdieron a alguien. Después de todos estos meses, el dolor sigue existiendo. Pero las personas tienen que sobrevivir.

Un mes que no será olvidado

El terremoto alcanzó a la ciudad por el sur, arrasando el centro y los barrios populares en las costaneras de los peñascos. Por 37 larguísimos segundos, la tierra tembló como si una mano gigantesca sacudiese con fuerza una alfombra. Un sobreviviente me contó como perdió la noción del tiempo. Podrían haber sido 3 segundos o 12 minutos.

Daba tiempo para pasar de vivir la enorme sorpresa de ver el mundo venirse abajo, pasar a la angustiosa pregunta de "cuando se va a acabar", tener la certidumbre de la muerte y ver su vida en flash-back, y de golpe todo acabar en un montón de polvo y destrozos.

Sesenta por ciento de las casas cayeron o quedaron condenadas. Dos millones de personas desabrigadas. El pueblo andaba por las calles sin saber que hacer, ni hacia dónde ir. Sin recursos para retirar los heridos de los escombros, sin infraestructura segura de refugio, sobraba la desesperación.

En las esquinas, protestantes con megáfonos anunciaban el fin del mundo. Culpaban al pueblo haitiano como responsable del desastre, por el culto del vudú.

El Estado haitiano desapareció. No había en las calles ni equipos de rescate, ni soldados. Las tropas de la Minustah se habían dedicado a recomponer las bases dañadas. Préval, el presidente, también desapareció, provocando un odio que sólo se hace crecer hasta hoy.

La "ayuda" internacional fue en realidad una ocupación militar disfrazada por un espectáculo de medios masivos. Enormes contingentes de soldados de EE UU ocuparon una vez más el país. La ayuda misma fue pequeña, casi nada.

Los alimentos que llegaron eran pocos. Habían sido lanzados de camiones o distribuidos a la ligera para algunos pasantes, con miedo de saqueos y revueltas. Los pocos médicos y equipos de rescate que llegaron trabajaban desesperadamente, impotentes ante un desastre gigantesco.

Pero cada uno de los pocos rescates se transformaba en noticias importantes para los medios masivos mundiales. Así, se mostraba como era eficaz la operación de las tropas. En los noticiarios de todo el mundo se mostraban soldados salvando niñas de los escombros. En realidad, sólo 150 personas habían sido retiradas de los destrozos. Basta ver la dimensión de la tragedia, con 250 mil muertos, para sentir el fracaso de la "ayuda internacional".

La única reacción importante al terremoto fue del propio pueblo haitiano. Muchas veces con las propias manos retiraron las víctimas que pudieron de los destrozos. Las pocas herramientas que tenían eran martillos y palas rudimentarias. Con una solidaridad conmovedora, se auto-organizaron para conseguir comida, ayudar a los que más necesitaban montar los campamentos. Los periódicos de todo el mundo ignoraron ese hecho fantástico, emocionante.

En las palabras de Otavio Calegari, un estudiante brasileño presente en el momento del terremoto: “Continuando nuestra caminada, pudimos ver mucha destrucción. Casas, escuelas, barberías, todo enterrado. Los cuerpos eran frecuentes en las calzadas... No presenciamos ningún tipo de violencia. La impresión que tuvimos fue completamente diferente. Hay una solidaridad impresionante entre los haitianos. Tras dos días del terremoto, no tenemos ninguna duda de que los trabajadores están siendo protagonistas en la salvación de la ciudad... Hoy, día 13 de enero, el pueblo haitiano está preguntándose más que nunca: ¿donde está la Minustah cuando necesitamos de ella? Puedo responder a esta pregunta: La Minustah está removiendo los escombros de los hoteles de lujo donde se hospedaban ricos huéspedes extranjeros.”

Los muertos se pudrieron en las calles a millares, insepultos. Hasta que la población resolvió quemarlos, para evitar las enfermedades y el olor insoportable. Fue ahí que el gobierno resolvió recoger los cuerpos. El mes que siguió al terremoto nunca será olvidado por los haitianos. Además de todo, nuevos temblores alcanzaron al país. Eran de menor intensidad. Pero, en aquel momento, ¿quien podía saber si no iba a suceder todo de nuevo?

El terremoto mató a tantos sólo porque se abatió sobre un país devastado por el capitalismo salvaje... y por el fracaso de la "ayuda". Después del espectáculo de los medios masivos, se fueron los periodistas. Quedaron los soldados.

Siete meses después, los haitianos ya no esperan

Pasaron los días. La vida tiene que continuar. Sólo dos por ciento del dinero prometido llegó. Aun así, acabó en buena parte con los "gropowsk", los "bolsillos grandes" de la corrupción.

No existe nada de reconstrucción hasta ahora. Las escuelas y hospitales siguen destruidos desde enero. No existen ni señales de obras para rehacerlas. Las clases son impartidas bajo lonas.

La mayoría de las casas está en el suelo o condenada. En el muro de cada una existe una clasificación: una sigla MTPTC, escrita en rojo, amarillo o verde. Las clasificadas en rojo tendrán que ser demolidas, las de amarillo reforzadas. Una minoría tiene las letras en verde.

Casi todas las casas continúan como quedaron en enero. Sólo en algunos edificios públicos los destrozos fueron removidos. El restante sigue gritando al mundo que aquí ocurrió una de las mayores tragedias del siglo XXI.

Acomodación forzada, resistencia reprimida

Me detengo frente al palacio presidencial destruido. Cuando estuve aquí en diciembre pasado, por casualidad filmé el palacio y la gigantesca plaza (Champs de Mars) que lo rodea, en un movimiento de 360 grados con cámara. Ahora repito el movimiento. Filmo el palacio destruido y el campamento que ocupa toda la plaza, con 30 mil personas.

Ando por las callejuelas del campamento. Señoras peinan a sus hijos haciendo trenzas rastafári. Un grupo toma un baño, aprovechando una picotea rápido abajo de la estatua de Toussaint l’Ouverture, que antes dominaba, imponente, la plaza. Algunas tiendas de campaña se convirtieron en pequeños comercios.

Un millón y medio de personas viven hoy en los campamentos en Puerto Príncipe. Todas las plazas y campos de fútbol habían sido ocupados por los que perdieron sus casas. Como la ayuda no vino, se convirtieron en barriadas permanentes.

Movimientos de protesta contra el gobierno y la Minustah explotaron. El gobierno y las tropas reaccionaron. Las tiendas de campaña de los que participaban de las movilizaciones habían sido saqueadas. Tres campamentos destruidos. Hasta tres meses después del terremoto se distribuían cartones de comida. Los "políticos" del gobierno se apoderaban de los cartones, distribuían una parte para sus bases en los campamentos y vendían el resto. Consiguieron así controlar los campamentos, combinando la represión y el control de la comida.

Ahora ya no existen más los cartones. Las personas tienen que dar la vuelta. Viven como pueden, vendiendo cosas, consiguiendo algún dinero o empleo temporero con las ONGS. Ochenta por ciento están desempleados.

Octubre es época de huracanes en el Caribe. Están previstos tres que pueden pasar por Haití. Los campamentos pueden ser destruidos. De ocurrir eso nuevamente, los medios masivos mundiales dedicarán algunos días a Haití. La naturaleza será nuevamente culpada. Clinton vendrá aquí con aire de tristeza. Gobiernos prometerán ayuda una vez más. Las ONGS quedarán alborotadas. Hasta allá nadie hace nada.

En las calles, ayer y hoy

Antes del terremoto, las calles de la ciudad ya eran caóticas. Las calzadas siempre ocupadas por vendedores ambulantes dejan sólo el espacio de las calles para multitudes que caminan. Los coches empujan las personas para los lados, bocinando todo el tiempo con un ruido infernal. Justo después del terremoto, las mismas multitudes andaban por aquí sin destino. Las calles eran su refugio, su casa, su templo.

Ahora los que andan ya saben a dónde van. La vida económica se recompone de la manera que sea posible. Y tiene todavía más personas en las calles. Una multitud de vendedores ambulantes sustituye las tiendas destruidas, otra multitud camina. Poquísimos compran. La vida continúa.

El plan Clinton

La conmoción mundial con el terremoto llevó a la idea de "todos juntos" ayudando el pueblo haitiano. Nada más falso.

Existen grandes empresas para las cuales la miseria en Haití garantiza grandes lucros. Un plan económico está siendo aplicado en el país. Multinacionales ya instaladas en el país, como la Levis, Gap, Wrangler producen textiles para el mercado norteamericano.

Se trata de una industria relativamente de baja tecnología, que permite usar mano de obra con poca formación. En el pasado mes, presentaron con toda pompa un curso de dos semanas para preparar nuevos operarios.

La producción aquí tiene una doble ventaja en relación a China: sueldos todavía más bajos (hoy 125 gourdes por día, más o menos 120 reales mensuales) y una distancia mucho menor del mercado de EE UU.

Bill Clinton- ex presidente de EE UU- es el responsable por la comisión de la ONU y el representante de Obama para Haití. Dirige la Comisión Interina de Reconstrucción de Haití (CIRH), junto con Primer Ministro de ese país. En verdad, tiene más poder que el presidente o la Minustah. Su lema para Haiti "create jobs" (crear empleos) genera expectativas en el pueblo.

El plan Clinton incluye dos centros: cuarenta zonas francas y la reconstrucción de Puerto Príncipe. Clinton estuvo en Haití antes del terremoto, con una delegación de 150 empresarios - entre ellos 12 brasileños - inclusive el hijo de José de Alencar, vicepresidente del país y dueño de Coteminas, la mayor fábrica textil de Brasil.

Después del terremoto, Clinton declaró que el plan sigue en pie. Ya existen terrenos destinados a la construcción de las zonas francas, y acaba de ser aprobada por el gobierno una nueva zona, ahora en Le Cap.

La reconstrucción de la capital, según propuesta presentada por Leslie Voltaire (responsable junto con Clinton por la comisión de la ONU), incluiría el "desalojamiento" de dos millones de habitantes de los tres que existen hoy en la ciudad.

Una parte de esas personas volvería al interior del país. La otra sería localizada en nuevos campamentos alrededor de las zonas francas que serán construidas en localidades próximas a Puerto Príncipe. Se trata de la reproducción en escala ampliada del plan de George Soros, que ya compró un terreno al lado de Citè Soleil (mayor barriada de Puerto Príncipe) para construir allí una zona franca. La lógica es simple: ganando la miseria que ganan, los operarios sólo pueden ir a pie al trabajo.

Un estudioso haitiano está en este momento haciendo una comparación increíble: él estudió los gastos que los hacendados tenían con los esclavos en el pasado y los que los burgueses tienen con los operarios en Haití hoy. Llegó a la conclusión que los esclavos costaban más.

Aunque de forma brutal, la clase dominante del pasado tenía que hacerse responsable de la vivienda, alimentación y salud de los esclavos. Los burgueses de hoy no necesitan pagar un sueldo que garantice la reproducción de la mano de obra, porque tienen su disposición 80% de desempleados.

No pagan ninguna de las conquistas de los siglos XIX y XX, como vacaciones, décimo tercer sueldo, jubilación. No pagan prácticamente ningún impuesto al Estado, que no necesita asegurar salud ni educación. No tienen siquiera los gastos mínimos de los dueños de esclavos del pasado, en pleno siglo XXI.

Está siendo impuesto un capitalismo mucho más salvaje en Haití, en condiciones que se asemejan a la barbarie. Cuando hablamos de la alternativa “socialismo o barbarie”, no estamos apuntando una perspectiva inevitable para el socialismo. La barbarie es posible y ya existen claras señales en Haití. Podemos llamar lo que está siendo montado aquí como capitalismo bárbaro.

Y eso está siendo aplicado por el imperialismo más "moderno" de EE UU, con las bendiciones de la ONU, y de gobiernos como Lula, Evo Morales, Cristina Kirchner. Viene disfrazado con la fábula de "ayudar a los pobres haitianos, creando trabajo para ellos".

Se saliere bien, será un nuevo paradigma a ser explotado por el imperialismo, como presión sobre el proletariado de todo el mundo. Los reflejos van a ser sentidos directamente en las otras zonas francas del Caribe... y en Brasil.

La crisis que estaba armándose antes del terremoto

Haití vivió grandes luchas antes del terremoto. Hubo un levante espontáneo en abril de 2008 causado por el hambre, que llegó a los portones del palacio del gobierno. Fue parado por una represión brutal de la Minustah, que acabó con ocho muertos y cuarenta heridos.

En 2009, hubo un fuerte ascenso estudiantil con ocupaciones de facultades (como la de medicina, por varios meses) y actos de calle. Todos fuertemente reprimidos también por la Minustah.

La más importante fue la huelga de los operarios textiles el año pasado. Se trata del sector fundamental del proletariado haitiano, que estaba reivindicando un sueldo de 200 gourdes (doscientos reales). Una movilización de varios meses terminó con una huelga radicalizadísima, que sacudió Puerto Príncipe por dos semanas, con marchas de 10 a 15 mil operarios todos los días hasta el parlamento, siempre enfrentando el gas lacrimógeno y los golpes de la Minustah.

El día 17 de abril, la huelga iba a combinarse con la movilización de los barrios pobres. Una gigantesca marcha iba a parar la ciudad y caminar hacia el parlamento.

La reacción fue durísima. La burguesía cerró las fábricas y dejó a los operarios sin pago, asfixiando la huelga. La Minustah activó una represión brutal, impidiendo cualquier movimiento en toda la ciudad. Un operario y un estudiante murieron y 22 fueron presos. La huelga fue derrotada. Así fue impuesto el sueldo de 125 gourdes.

El odio creciendo... y elecciones para desviar la atención

El terremoto desarticuló a todo el país y también las luchas. Por meses y meses las personas se habían dedicado a lamentar sus muertos e intentar sobrevivir.

Surgieron luchas espontáneas y ocasionales que rápido refluían. Pero el pueblo haitiano no perdonó a Préval y a la Minustah. La ausencia del Estado y de las tropas durante todo el periodo post-terremoto nunca será olvidada.

Empiezan a ocurrir nuevamente movilizaciones, todavía parciales. En esa semana, cuatrocientos operarios textiles ocuparon el frente del Ministerio de Trabajo. Están rabiosos. La burguesía no está pagando siquiera los 125 gourdes, sólo 80.

Los campamentos deciden "levantarse" contra las condiciones precarias. Uno de ellos causó gran impacto. En la Plaza de Petionville, se inició la marcha, blandiendo ramas de árboles, un símbolo vudú. Gritaban: "Bouch tout moun fann!" (Todos tienen boca para comer). La situación está quedando explosiva. El gobierno quiere desviar las atenciones hacia la elección presidencial de noviembre.

Se trata de una farsa. Elecciones en un país ocupado. No es el gobierno quien dirige el país. Préval es un fantoche, sometido a la Minustah y a EE UU que ocupan Haití. En noviembre será elegido un nuevo fantoche.

El pueblo demuestra un enorme desinterés. Las últimas elecciones parlamentarias tuvieron una participación ridícula, sólo 5% de los haitianos. Como esa ahora es presidencial, puede ser que aumente un poco. O puede ser que se intente algún hecho político para intentar aumentar la participación en las elecciones.

Wycleff Jean podría haber sido un hecho así. A los nueve años, llegó a EE UU con su familia en un bote clandestino, fugado de Haití. Admirador de Muhammad Ali y Malcom X, se transformó en cantautor de hip-hop de enorme éxito en el mercado norteamericano y caribeño. Su primer éxito expresaba bien el sentimiento de los pobres extranjeros que llegaban a EE UU: " lo quieran ustedes o no, aquí estamos".

Hace tres años, sin embargo, fue nombrado embajador itinerante de Haití. Desde entonces giró a la derecha. Pasó a hablar de "unir a todos" y "paz en el mundo".

Defensor del plan Clinton, apoyado por varias de las multinacionales textiles instaladas en Haití, Wycleff intentó presentarse como candidato a la presidencia del país. Hubo un enorme alboroto, con muchos barrios pobres apoyando al cantante.

Pero el consejo electoral vetó su candidatura. Alegaron que él no vive en el país, lo que es verdad. Se quedaron sin explicación porque ninguno de los candidatos gubernamentales cumple los requisitos legales, pero fueron aceptados.

En verdad, Préval vetó a Wycleff con miedo de perder las elecciones. Está decidiendo entre cinco candidatos gubernamentales. Apuesta en ese momento a Jube Célestin, director de una institución estatal responsable por una parte de la reconstrucción del país. Un corrupto, de momento acusado del desvío de 60 millones dólares donados por Francia, que se transformaron en sólo 30 camiones. Maluf debe estar envidioso.

Batay Ouvriyé y otras organizaciones están lanzando una campaña justa por el boicot a esas elecciones fraudulentas.

“Aba Minustah”

La relación del pueblo haitiano con la Minustah (y las tropas brasileñas que la dirige) cambió mucho. Atrás quedaron los días cuando los soldados desfilaron por las calles conduciendo a los jugadores de la selección brasileña. No hubo ningún avance en la implantación de alcantarillas, en el abastecimiento del agua o ampliación de los hospitales desde el 2004 cuando las tropas llegaron. Los soldados no tuvieron ningún papel relevante en el socorro después del terremoto.

El papel "humanitario" alegado por el gobierno brasileño es tomado como una ofensa por el pueblo haitiano. Los soldados están aquí para garantizar el plan económico de las multinacionales. Para defender un gobierno repudiado por el pueblo. Actúan como tropas de choque de una dictadura decadente.

Un haitiano, coordinador de la lucha de los despedidos de las estatales me decía: "Preferimos morir enfrentando los soldados. Lula debe sacar las tropas de aquí, o Brasil será para nosotros un país enemigo."

El pueblo brasileño ni imagina eso. Las tropas son odiadas. Los muros de la ciudad están pintados "Aba Préval" y "Aba Minustah" (Abajo Préval y Abajo la Minustah).

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