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Ante la muerte de Hugo Chávez

Martes 12 de marzo de 2013, por Robert Paris

Ante la muerte de Hugo Chávez

Escrito por Secretariado Internacional - LIT-CI

Hugo Chávez ha muerto y el impacto político es mundial. No es para menos, pues sin dudas el ex presidente venezolano se erigió como un importante protagonista de las últimas dos décadas de historia política dentro y fuera de América Latina.

Estas son horas de mucho dolor e incertidumbre para millones de venezolanos que confiaban políticamente en Chávez y lo consideraban un líder identificado con sus intereses y anhelos de mejorar su calidad de vida.

También son muchos los activistas sociales y militantes de izquierda que, honestamente, veían en la figura de Chávez a un dirigente genuinamente antiimperialista y hasta socialista.

Desde la LIT-CI entendemos ese dolor y consternación, pues ningún sentimiento popular nos es indiferente. Pero aún en medio de ese dolor, es necesario hacer una reflexión sobre lo que significó el gobierno de Chávez y los desafíos actuales que tienen la clase trabajadora y el pueblo venezolanos.

¿Qué fue el gobierno de Chávez?

La muerte de Chávez replantea todo el debate sobre el carácter de clase de su gobierno y el régimen político que instauró en Venezuela, y sobre sus verdaderas relaciones con el imperialismo.

Este debate continúa dividiendo aguas en la izquierda mundial y se hace más necesario en momentos en que existe incertidumbre sobre el rumbo que tomará hoy un chavismo sin Chávez.

Nuestra posición es que el gobierno de Hugo Chávez nunca fue socialista. Su gobierno fue burgués, es decir, al servicio de mantener y defender el sistema y el Estado capitalistas en Venezuela.

Esto no quiere decir que el gobierno capitalista de Chávez haya sido igual al de Carlos Andrés Pérez y todos los anteriores que se dieron en el marco del régimen del “Punto Fijo” (AD y COPEI). Estos fueron gobiernos capitalistas completa y abiertamente sumisos al imperialismo, que después de décadas de despojo y corrupción quedaron sumamente desgastados y fueron cuestionados por las masas venezolanas, lo cual originó el “Caracazo”. Este proceso y el golpe que intentó contra Pérez, fue el inicio de la popularidad de Chávez.

Por esta combinación de crisis de los partidos burgueses tradicionales y ascenso obrero y popular, el proyecto de Chávez y su posterior gobierno asumieron un carácter burgués de tipo nacionalista. De ahí la necesidad de toda la retórica “antiimperialista” y “socialista”. Por eso su gobierno tuvo que hacer algunas concesiones (sobre todo medidas asistencialistas a través de Las Misiones), pero muchísimo más limitadas que otros gobiernos nacionalistas burgueses en décadas pasadas, como los de Perón en la Argentina, Cárdenas en México o Nasser en Egipto.

Lo que sí tuvo en común con aquellos gobiernos fue que, por su carácter de clase, le era imposible ir hasta el fin en sus enfrentamientos con el imperialismo y, más temprano que tarde, acababa capitulándole.

En este marco, todo el discurso sobre el “Socialismo del Siglo XXI” y los ataques retóricos al imperialismo norte-americano (sobre todo en tiempos de George Bush) nunca se correspondieron con su práctica política y estaban al servicio de confundir y esconder la misma sumisión y entrega de siempre.

Las relaciones con el imperialismo

La realidad concreta muestra que en estos 14 años de gobierno y régimen chavistas, Venezuela continúa tan dependiente del imperialismo como antes.

La deuda externa fue siempre pagada por Chávez, de forma puntillosa, a los acreedores internacionales. En términos totales, la deuda venezolana alcanzó recientemente la cifra récord de 105 mil millones de dólares, equivalente a 30% del PIB del país.

Las nacionalizaciones que impulsó Chávez, tan difundidas por su corriente latinoamericana, se dieron, en todos los casos, de forma negociada y garantizando suculentas indemnizaciones a los sectores burgueses “afectados”.

Más que eso, se resumieron en muchos casos a la mera compra de acciones de esas empresas por parte del Estado, dando lugar al surgimiento de “empresas mixtas”, que permiten a las multinacionales explotar recursos naturales y energéticos conjuntamente con el Estado. Por esa vía, empresas imperialistas, como Chevron y Exxon-Mobil, no sólo controlan y se benefician con la producción petrolera del país sino que pasaron a ser propietarias de aproximadamente 40% de ella.

Sin embargo, en los últimos años, hasta el tono de los discursos fue bajando. La verdad es que una cosa fue Bush y otra Obama, inclusive a la hora de la retórica de Chávez. Basta recordar sus declaraciones durante las últimas elecciones: “Si yo fuera estadounidense, votaría por Obama. Y yo creo que si Obama fuese de Barlovento o de un barrio de Caracas, votaría por Chávez. Estoy seguro”.

Es verdad que en Venezuela hay un “socialismo del siglo XXI”?

La realidad social es también contraria a los discursos oficiales. Como nunca se tomaron medidas anticapitalistas de fondo ni se rompió con el imperialismo, el pueblo venezolano continúa sufriendo los flagelos del desempleo, el desabastecimiento, la alta inflación –que en 2012 llegó a 20%– y la extrema pobreza que, a pesar de todas la medidas asistencialistas del gobierno, afecta a 29,5% de la población. Según cifras oficiales de 2010, el 20% más rico de la población acapara 45% del ingreso nacional, mientras que el 20% más pobre recibe solamente 6%.

Y hablar de “socialismo del siglo XXI” frente a tal realidad es ayudar a la campaña mundial contra el socialismo que hace el imperialismo desde la restauración del capitalismo en la ex URSS y los Estados del este europeo. ¿Cómo puede haber socialismo cuando aumenta la tasa de explotación de la clase obrera y la economía privada florece a costa de la pobreza del pueblo, y la burguesía concentra el grueso del ingreso nacional?

Esta realidad es inocultable y las tan difundidas “Misiones” no han solucionado ni podrán solucionar los problemas de fondo, pues no pasan de medidas compensatorias, como propone el Banco Mundial, basadas en una mínima redistribución de la renta petrolera para paliar la desesperante situación de los sectores de la población en la extrema pobreza y contener, en alguna medida, posibles estallidos sociales y, al mismo tiempo, crear una clientela política electoral favorable al gobierno.

El otro lado de la moneda de esta política económica es el surgimiento y fortalecimiento de nuevos sectores burgueses, completamente parasitarios de los negocios estatales. En efecto, a partir de las “empresas mixtas” y la cooptación de numerosos dirigentes sindicales y sociales, fue desarrollándose la burguesía bolivariana –conocida como “boliburguesía”–.

Estos nuevos ricos, que amasaron fortunas a partir de los negocios del Estado, tienen como uno de sus principales exponentes al ex militar y actual presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, propietario de tres bancos y varias empresas que tienen contratos con el Estado.

Un régimen autoritario y antiobrero

Al tiempo en que se apoyaba parcialmente en el movimiento obrero y de masas, Chávez siempre intentó controlarlo y maniatarlo. Estimuló y fortaleció una burocracia sindical de características gansteriles y completamente subordinada a su figura.

En este sentido, toda la propaganda oficial y los discursos sobre la “defensa de la revolución bolivariana” y la “construcción del socialismo” frente a los “enemigos de la patria”, también estaba (y está) al servicio de disciplinar al movimiento obrero y popular. Esto pues, impuso la idea de que quien no está con Chávez está con la “contrarrevolución”.

En 2006, Chávez dio un salto en este sentido, cuando impulsó la conformación del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), con la intención de “enchalecar” al movimiento obrero y a la izquierda venezolana en un “partido único”.

Como consecuencia de este régimen, todos los sectores (muchos de ellos obreros) que salieron a luchar fueron víctimas de brutales represiones, asesinatos selectivos y persecuciones políticas o sindicales. Entre otros casos, podemos citar la represión a Petrocasa en Carabobo, a los obreros de la Sanitarios Maracay, a los obreros de la Mitsubishi y a varios pueblos originarios y sectores campesinos que ocuparon tierras de latifundistas, “bolivarianos” o no.

Sin excepciones, estos sectores que lucharon contra las medidas del gobierno fueron acusados de “desestabilizadores” o “contrarrevolucionarios”, igual que todos aquellos que se rehusaron a entrar o diluirse en el PSUV.

El apoyo de Chávez a regímenes genocidas

Todos estos hechos serían suficientes para demostrar que en Venezuela no existe ni existió un socialismo y sí un gobierno que garantizó fortunas a un sector de la burguesía, pagó religiosamente la deuda externa y continuó entregando riquezas al imperialismo y, para contener al pueblo, combinó asistencialismo sustentado en recursos provenientes de períodos de buenos precios internacionales del petróleo y, también, la represión directa a sectores obreros y populares que salieron a luchar.

Sin embargo, aún debemos citar dos hechos que demuestran profundamente su carácter de clase. El primero y que demuestra la sumisión de Chávez a los intereses del imperialismo mundial es la vergonzosa colaboración con el gobierno reaccionario y lacayo de los EE.UU de Juan Manuel Santos, sucesor del genocida Álvaro Uribe, entregando activistas ligados a las FARC (como fue el caso del periodista Joaquín Pérez Becerra y otros luchadores sociales) al gobierno colombiano violando incluso las normas judiciales vigentes en Venezuela para esos casos, todo debido a un pedido directo de Santos. ¿Cómo catalogar como anti-imperialista a quien colabora con el principal lacayo de EEUU en América del Sur en la entrega de luchadores a las cárceles colombianas?

Por otra parte cuando estalló el proceso revolucionario en el Medio Oriente y norte de África, el gobierno “socialista” de Chávez declaró apoyo incondicional a sanguinarios dictadores como Gadafi y Al Assad, en momentos en que los pueblos libio y sirio se levantaron en armas contra esos regímenes. Y lo hizo presentándolos como “luchadores antiimperialistas”, cuando hacía mucho tiempo que no hacían otra cosa que postrarse ante el imperialismo. Eso ha causado un gran desconcierto en los activistas de las revoluciones de Norte de África y Medio Oriente, que debido al peso de Chávez (y de los Castro), identifican a la “izquierda” como aliados de las dictaduras asesinas que oprimen a sus pueblos. De esta forma traicionó esas revoluciones populares y entregó al imperialismo, en bandeja de oro, la lucha por las libertades democráticas y los derechos humanos.

No es casual que tanto Santos de Colombia como Al Assad lamenten hoy la partida de Chávez, y le rindan gratitud.

Las perspectivas

A partir de la desaparición física de Chávez, el poder fue asumido por Nicolás Maduro, hasta entonces vicepresidente y sucesor designado directamente por el ahora ex presidente. Están convocadas nuevas elecciones en un plazo de 30 días y aunque no es seguro el resultado la mayoría de las fuerzas políticas opinan que lo más probable es que se dé una victoria electoral del chavismo y que Maduro sea electo presidente.

Pero, lo que sí es cierto es que gane quien gane, el nuevo presidente tendrá que aplicar una serie de planes de ajuste económico, claramente impopulares, y sin la figura de Chávez para contrapesar en los enfrentamientos de clase. Y para eso, el chavismo tendrá que intensificar las medidas totalitarias para frenar las luchas y protestas contra esos nuevos ataques económicos y sociales.

La derecha tradicional venezolana, abiertamente reaccionaria y con alta vocación golpista, ve la muerte de Chávez como una oportunidad para levantar cabeza y retomar el poder. Capriles y la vieja burguesía venezolana quiere volver al poder para beneficiarse como agentes directos del imperialismo, no son salida para el pueblo y los trabajadores. Capriles significa otra variante política capitalista pro yanqui que seguirá explotando al pueblo trabajador, como ya lo hacen en las gobernaciones que tienen desde hace largos años (Miranda, Zulia, Carabobo, etc.). Su programa es ser mejores entregadores del petróleo venezolano a los pulpos internacionales y defensores de los grandes empresarios nacionales y extranjeros. Capriles es más de eso y no ofrece nada nuevo para los trabajadores y el pueblo.

Es necesario construir una salida obrera y socialista

Se impone en estos momentos una profunda reflexión en todo el activismo social y especialmente en toda la izquierda revolucionaria y socialista, sobre el balance de lo que significó el gobierno de Chávez.

Este es un debate estratégico para todas y todos aquellos que anhelan una verdadera salida obrera y socialista. La tarea urgente es construir un tercer espacio político, con independencia de clase y en oposición tanto al chavismo como a la derecha tradicional neoliberal. Para nosotros, la única salida para solucionar definitivamente los problemas de la clase trabajadora y el pueblo venezolano continúa pasando por la organización y movilización independiente de sus fuerzas.

Necesitamos de una alternativa política que levante la bandera del gobierno obrero, campesino y popular, que expropie a la burguesía y al imperialismo, que nacionalice la banca y el comercio exterior y que por esa vía, inicie la construcción de una sociedad sin clases. O sea, la construcción de una verdadera dirección política socialista, revolucionaria e internacionalista.

Para esto, es fundamental que la clase obrera venezolana confíe única y exclusivamente en sus propias fuerzas y se adueñe de su destino. Este es el único camino hacia un verdadero socialismo.

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